El Domingo 27 de Octubre, la Iglesia católica en Tierra Santa celebró la fiesta de la Virgen María, la gran patrona de Tierra Santa, en el santuario del monasterio de Rafat, al oeste de Jerusalén, en presencia de casi 2.000 creyentes de toda Tierra Santa y peregrinos de varios lugares del mundo.
La ceremonia fue presidida por el arzobispo Pierbattista Pizzaballa, con la participación del obispo Pablo Marcuzzo, vicario patriarcal latino de Jerusalén y Palestina, el obispo Kamal Bathaish, el padre Hanna keldani, el padre Ibrahim Shomali, el padre Jacob Rafidi, el padre Pietro Villette, el padre Francesco Voltagio, Louis Hazboun, el diácono Firas Abed Rabbo, varios sacerdotes del Patriarcado, los seminaristas del seminario, monjes, monjas y caballeros del Santo Sepulcro de Canadá y Bélgica.
Este santuario se encuentra a unos 35 kilómetros al oeste de Jerusalén, a mitad de camino entre la Ciudad Santa y Tel Aviv, en el valle de Soreq, cerca de la ciudad de Beit Shemesh. Se construyó, gracias a la iniciativa de Su Beatitud el Patriarca latino de Jerusalén, Luigi Barlassina el año 1927. El mismo Patriarca instituyó la fiesta de la Bienaventurada Virgen María como Reina de Palestina. La Santa Sede la aprobó invitando a los fieles a implorar a la Virgen de Nazaret para que ella proteja, de manera especial, su Tierra natal. Este año hemos celebrado los 80 años de la fundación del santuario.
La idea del conjunto de edificios que componen el templo, el convento, el orfelinato y la escuela se debe al arquitecto benedictino Maurizio Gisler. Una estatua de bronce de 6 metros destaca sobre el frontispicio; representa a santa María bendiciendo su tierra con su mano extendida. A sus pies una dedicatoria proclama “Reginae Patestinae” (”A la reina de Palestina”).
Hay que recordar que en aquellos años el nombre de Palestina no tenía el sentido político que, a veces, se le da en la actualidad: designaba, sin más, la región geográfica de la patria terrestre de Jesús y de María, su madre.
Las primeras palabras del Ave María decoran en el interior del templo, las paredes y todo el techo. Una alegre multitud de ángeles sostienen cintas decorativas en las que se pueden leer en 280 lenguas las palabras de saludo del Mensajero celestial.
Recemos por la paz en la Tierra donde nació el Príncipe de la paz