Queridos amigos:
El Verbo Encarnado es el don más grande que Dios ha dado a los hombres pues de él se desprenden todos los demás beneficios: el perdón de los pecados, la esperanza del Cielo, la restauración de la imagen divina que habíamos perdido y, finalmente, nuestra redención. Jesucristo asumió nuestra naturaleza y con ello nos dejó el mayor ejemplo de cómo el hombre se perfecciona, se plenifica, se santifica…
Por gracia de Dios, pese a todas las dificultades actuales que han limitado muchos aspectos de nuestras vidas, pudimos juntarnos a celebrar como familia religiosa este hermoso y trascendente misterio del cual nuestra Congregación toma su nombre; solemnizando la liturgia lo mejor posible, comenzando con el rezo de Maitines en nuestra capilla de santa Ana donde junto con nuestros sacerdotes y hermanas que trabajan en Belén y Jerusalén, elevamos nuestras voces ante el Santísimo Sacramento, para agradecer también un año más de la existencia de la familia religiosa del Verbo Encarnado, nuestra amada congregación.
Al día siguiente, partimos temprano hacia la Basílica de la Anunciación, en Nazaret, donde luego de rezar ante la gruta que fue testigo de la visita del ángel Gabriel a nuestra madre del Cielo, participamos de la santa Misa presidida por el Patriarca, Monseñor Pierbattista Pizzaballa, con gran número de sacerdotes concelebrantes y fieles que no querían desaprovechar esta oportunidad tan especial de conmemorar la Encarnación del Señor en el lugar preciso en que ésta aconteciera.
Luego de la santa Misa, la cual concluyó con la bendición apostólica e indulgencia plenaria, saludamos a Mons. Pierbattista y nos fuimos todos juntos a hacer la renovación de nuestros votos religiosos ante la gruta que antaño sellara el compromiso irrevocable de María santísima con Dios y su plan salvífico, figura preclara de la consagración total de todo religioso a buscar en todo hacer la santa voluntad del Padre.
Finalmente tuvimos el correspondiente almuerzo festivo, en familia, el cual culminó con la debida acción de gracias y bendición.
Damos gracias a Dios por todos los beneficios recibidos, especialmente durante todos estos años desde la fundación nuestra familia religiosa hasta ahora, pidiéndoles especiales oraciones por la perseverancia y santificación de todos los religiosos y religiosas del Verbo Encarnado, para que seamos fieles a lo que Dios espera de cada uno de nostros en tierra de misión.